Christophe Magny
En un bar madrileño, los camareros invitaron a Mr. Zappa a visitarles backstage. Estoy justo detrás del maestro.Barcelona, 1979. Venía Frank Zappa a tocar allí, y luego a Madrid y San Sebastián.
Acababa de sacar “Sheik Yerbouti”, su primer disco distribuido por CBS. La filial española –donde trabajaba- me había mandado a representarles durante la gira. Era algo emocionante: por primera vez iba a trabajar con un artista al que admiraba de verdad. “Hot Rats”, “Chunga’s Revenge”, “Apostrophe”, la película “200 Motels” formaban parte del soundtrack de mi vida – y de millones de vidas más. En Barcelona tenía lugar una rueda de prensa. Me presento al maestro, que va vestido con una especie de bata rojiza, horrorosa – no se la quitó durante toda su estancia. Bueno, a lo mejor para dormir. Me pregunta: - ¿Quien va a traducir la rueda de prensa?- Yo.- ¿De donde eres?- Paris, Francia.- ¿Eres francés y vas a traducir una rueda de prensa de español a inglés?- Si señor.- Vale. La primera cosa graciosa que digo, si la gente no se ríe cuando la traduces, you’re out. Me siento a su lado, más bien acojonado. Sabía que podía hacerlo: había traducido muchas entrevistas, pero jamás en una rueda de prensa, ni para un artista que admiraba tanto, y que me recibía tan mal. Estaban presentes veinte o treinta periodistas. Las preguntas vienen, las respuestas vuelan. Le pregunta uno: - ¿Piensa Vd. ser parte de la contracultura americana? Contesta de inmediato: - ¿Como puede haber contracultura en un país donde no hay cultura? Traduzco, todo el mundo se ríe, por primera vez me mira Zappa, y me sonríe. - OK. You’re on. Espléndido concierto en Barcelona, no me acuerdo bien de la banda, Terry Bozzio en la batería, Warren Cucurullo en la guitarra, creo que Ruth Underwood en percusiones, quizás Ian Underwood en los teclados y Tom Fowler en el bajo. Nos encontramos con un lío enorme en el Puente Aéreo para ir a Madrid. Gay Mercader, el promotor de los conciertos de Barcelona y Madrid, se agitaba para que el grupo embarcará con prioridad – lo consiguió. Mientras tanto, Zappa ni se inmuta, y en la sala de espera (follón considerable, mogollones de gente, ruido insoportable), se sienta, saca unas partituras gigantescas, y empieza a componer en medio del desmadre general. Llegados a Madrid, tuve tiempo para charlar con los músicos. Me cuenta Terry Bozzio su audición para integrar la banda: -Frank te da una partitura tremendamente complicada, y te dice que la toques. Cuando lo has logrado, te dice “Vale, sabes leer. Ahora vamos a ver si sabes tocar. Toca lo mismo en reggae”. Y luego rhythm’n’blues, calypso, vals, tango, lo que fuera. Los ensayos antes de una gira eran como un maratón diario. Empezaba a pensar que el hombre era algo facha, sobre todo cuando un miembro de la banda me contó que Zappa multaba a los que se drogaban, e incentivaba a los que delataban a los que se dopaban. Warren Cucurullo amenizó esta imagen contándome como había integrado el grupo: - Seguía a Zappa en América como fan, concierto tras concierto. Me hice amigo de los roadies, luego de los músicos, les dije que tocaba la guitarra. Cuando Zappa se enteró que sabía tocar decenas de temas suyos, me fichó. Otro espléndido concierto en Madrid. Me quedé asombrado: tocaron dos horas y media sin repetir ninguno de los temas tocados en Barcelona. Ya había seguido bastantes giras para saber que el repertorio es el mismo cada noche, con los mismos incidentes, las mismas bromas en los mismos momentos. Me enteré que tenían ¡ochenta! temas ensayados, y todos de Zappa, es decir obras complejísimas. Me lo comentó Zappa luego: “Si toco los mismos temas todas las noches, me acabo aburriendo. Y no subo al escenario para aburrirme. Además, hay que poder adaptarse a los ambientes, los acontecimientos, las salas, las ciudades… y a mi propio estado de ánimo.” Por la mañana siguiendo el concierto de Madrid, el tour manager de Zappa me dio un maletín lleno de pesetas, creo que tres millones. Tenía que ingresarlos en un banco, y darle el recibo a alguien de CBS. Chanchullo clarísimo, no me gustaba mucho. Fui al banco, ingresé el dinero, y a casa a comer, tan tranquilo. Cuando volví a CBS por la tarde, me estaban esperando varios directivos (¡no, no daré nombres!), muertos de miedo y bien cabreados, pensando que me había largado con la pasta. Me di cuenta en ese momento que si tenían tan mala opinión de mí, no tenía nada que hacer en esa compañía. Lo deje pocas semanas después, porque mis andanzas con Gwendal me ocupaban cada vez más. Zappa y su banda se quedaron tirados en Madrid. Se canceló el vuelo para San Sebastián y no había ningún representante del promotor donostiarra para arreglar la situación. Zappa, con una calma olímpica, me dijo que nunca, jamás, había fallado en un concierto, y no pensaba hacerlo en España. Su tour manager era más bien inútil, y no hablaba castellano. Les acompañé a Barajas para ayudarles a alquilar un avión privado. Arreglado el asunto, me invitó Zappa a cenar, y allí pude charlar de verdad con el. Le pregunté antes que nada por ese sistema de multas e incentivos a sus músicos. Lo tenía muy claro: -Esos tipos son buenos músicos, y buena gente. Pero les gusta beber, les gusta drogarse. Cuando no estamos de gira, no me importa, hacen lo que quieren, por supuesto. Pero durante una gira, si beben o se drogan, ya no son tan buenos músicos. Mi música es compleja, y lo que más me importa es que la toquen tal como la he concebido. Para eso tienen que estar sobrios. Si para lograrlo hay que multar, multo. Le pregunté por George Duke, y otros ex-músicos suyos. De todos habló con mucho cariño, menos de Jean-Luc Ponty, al que le tenía mucha manía – parece ser que mi paisano tenía un ego desmesurado- “en las partituras, cuando el hacía un solo, quería que dejase doce compases de silencio después de que acabará, para los aplausos”. No sé si lo dijo en serio o de coña. Habló de Edgar Varese, el compositor al que más admiraba. Y de sus ambiciones musicales, de lo difícil que resultaba montar piezas instrumentales para grandes orquestas. Difícil y costoso. Insistió mucho en este aspecto: copiar muchos ejemplares de partituras costaba un dineral en aquel entonces preinformático. Alquilar una sala para que ensayen cincuenta o más músicos, pagarles, todo eso para dar un concierto o dos, no era rentable. Las giras, aparte de mantenerle a el y a su familia, servían para recaudar fondos para satisfacer su pasión de compositor. Era obviamente su verdadera ambición: ser reconocido como compositor “serio”. Yo prefería, y sigo prefiriendo, su energía a veces brutal y sus textos sumamente subversivos. Se fueron a San Sebastián sin mí, ya que no cabía en el avión. Zappa me dio las gracias por mi ayuda, de las más sinceras que me han dado en mi vida. Es sin lugar a duda el tipo más brillante que he encontrado en mis años disqueros. Un sentido del humor increíble, de esos que nunca sabes si va en serio o de coña, una velocidad mental prodigiosa, una inteligencia asombrosa. Además, se adivinaba un hombre muy entrañable una vez que dejaba de protegerse – no hay más remedio cuando eres así de famoso- y creo que su excentricidad era en parte por eso: una forma de cubrirse, porque al hablar con el, se veía un señor muy pausado, que sólo destacaba por esa mente prodigiosa. Lo de genio, no sé. Es una palabra que uso con mucho cuidado. Lo dices tu mismo en tu post, Adrian: “Sus conceptos vanguardistas de música contemporánea y experimental (…) no ha(n) resistido el paso del tiempo.” Para mí, el genio supone que TODO resista el paso del tiempo. Solo los años dirán quienes fueron los genios de esa época. De momento, solo veo uno clarísimo, indudable: Jimi Hendrix. Llevo cuarenta años diciéndolo. Hay muchos otros genios putativos, por supuesto, es una cuestión muy subjetiva, cada uno tiene su lista personal de candidatos. Curiosamente, conocí a finales de los 80 a Dweezil, el hijo de Frank Zappa. Había hecho un disco (mediocre), creo que era su primero, para Chrysalis, el sello que yo dirigía en Francia. ¿Como un gentleman como Frank podía haber parido un niñato tan mal educado? Vino de promoción a París, se cambió de su habitación (estupenda) de un gran hotel a una suite, como si fuera una estrella. Se aprovechó de Chrysalis todo lo que pudo. Tenía una idea fija: irse a Alemania, donde no había limite de velocidad en las autopistas, para alquilar un Porsche y lanzarse a toda leche. He conocido unas cuantos artistas yanquis (Stephen Stills entre otros) que tenían ese mismo anhelo. Siempre me ha parecido una cumbre de vulgaridad.
3 comentarios:
Que estupenda experiencia. Sin palabras.
El post de Christophe fue publicado originalmente en El Mundano:
http://elmundano.wordpress.com/2008/12/27/frank-zappa-de-gira-por-espana-par-christophe-magny/
Donde anteriormente también publicamos uno sobre “Hot Rats” y fotos de sus primeras visitas a España, incluyendo anécdotas vividas en primera persona:
http://elmundano.wordpress.com/2008/12/22/frank-zappa-1940-1993/
Te envidio, de verdad, pero de un modo sano.
Gracias por compartir con nosotros tus acojonates experiencias.
Saludos desde las Islas Azores
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