Hace ahora dos décadas, —4 de diciembre de 1993— un cáncer se llevó a uno de las artistas más celebrados del siglo XX. No obstante, durante casi treinta años, a Frank Zappa, que trabajó hasta sus últimos días, le dio tiempo a publicar casi un centenar de discos oficiales, no cesar de girar ni de componer.
Todo cambió en la vida de un niño de Baltimore, hijo de un matemático con un misterioso trabajo para el Ejército de los Estados Unidos, cuando descubrió en una tienda uno de los trabajos del compositor avant-garde Edgar Varèse. Buscaba discos de rhythm and blues pero acabó embrujado por el álbum Ionisation, avanzada composición de los años 30 basada en la percusión. Tal fue su obsesión que con solo 16 años encontró la dirección del compositor y le remitió una carta mostrándole su veneración.
A mediados de los 60, Zappa encontró un vehículo con el que dar salida a su particular forma de entender el rock y la sociedad estadounidense de la época. Con la primera formación de los Mothers of Invention, y en discos como el legendario We're only in it for the money —respuesta socarrona al Sgt. Pepper's de los Beatles— criticó todo lo que quiso y más a los jóvenes que enarbolaban el amor libre y las drogas en plena etapa de efervescencia hippie.
Capaz tanto de componer duras sátiras sociales como de dirigir películas psicodélicas inclasificables (200 Motels) pronto Zappa descubriría otra de sus pasiones: añadir y quitar músicos a su antojo a su banda para desembocar en una troupe extensa de colaboradores con especial predilección por las secciones de vientos. En los tiempos de discos como Hot rats (1969), The grand Wazoo (1972) y Waka/Jawaka (1972), sus trabajos más jazzísticos, ejercía más bien de director de una big band de rock que de adalid de la antipsicodelia.
Admirador durante toda su vida de Pierre Boulez, Stockhausen o, de nuevo, Varèse, ocupó sus últimos días a culminar The yellow shark, obra enteramente orquestal y muy alejada de sus trabajos anteriores. Sus álbumes ya no incluían pequeñas piezas consagradas a este tipo de música, encajadas entre canciones de diferentes temáticas. Con esta obra de 1993, Zappa intentaba reivindicarse como compositor clásico. Ya no necesitaba inventarse un alter ego como Francesco Zappa, supuesto compositor del siglo XVIII con el que daba salida a sus composiciones clásicas con sintetizador en los 80.
Entre jazz, obras conceptuales y avant-garde siempre hubo espacio para composiciones, dicen, soeces y un tanto groseras. Hombres con problemas urinarios, imitaciones de Bruce Springsteen y Dylan escenas sexuales plagadas de crítica social poblaron los discos de Zappa en los 70 y 80, años en los que su discurso político se endureció: emprendió una cruzada contra la Administración Reagan, la censura y hasta amagó con presentarse a las elecciones presidenciales de 1992.
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